Oleajes de tragedia
Corren las aguas turbulentas bajo mis pies
y los ríos se desbordan colapsando todo el lugar
caminos, casas, campos y siembras,
debajo de las aguas esperan resurgir
sueños y promesas inundadas en lo inesperado,
el frío penetra la piel como cuchillos de plata
y la lluvia flagelante azota sin misericordia
acompañada de un viento furibundo e incontrolado,
mientras el sol encadenado a nubes se hallaba.
¡relámpagos y rallos luminosos!
En el cielo la fiesta paresia ser eterna y descontrolada
sin embargo mi pueblo de tormentos se vestía,
y los mares impulsivos, oleajes satánicos arrojaban a la orilla rompiendo muelles y poblados enteros.
La ira de la naturaleza golpeaba una vez más,
queriendo quizas advertir, de los dominios infranqueables,
donde el hombre jamás regirá.
Y por eso, los impensados látigos de tragedia, que hacen pensar y meditar minuciosamente
sobre lo ínfimos que podemos ser, si nos ponemos a cuestionar en gobernar la naturaleza. Irónicamente caeremos en un juego que siempre perderemos.
y los ríos se desbordan colapsando todo el lugar
caminos, casas, campos y siembras,
debajo de las aguas esperan resurgir
sueños y promesas inundadas en lo inesperado,
el frío penetra la piel como cuchillos de plata
y la lluvia flagelante azota sin misericordia
acompañada de un viento furibundo e incontrolado,
mientras el sol encadenado a nubes se hallaba.
¡relámpagos y rallos luminosos!
En el cielo la fiesta paresia ser eterna y descontrolada
sin embargo mi pueblo de tormentos se vestía,
y los mares impulsivos, oleajes satánicos arrojaban a la orilla rompiendo muelles y poblados enteros.
La ira de la naturaleza golpeaba una vez más,
queriendo quizas advertir, de los dominios infranqueables,
donde el hombre jamás regirá.
Y por eso, los impensados látigos de tragedia, que hacen pensar y meditar minuciosamente
sobre lo ínfimos que podemos ser, si nos ponemos a cuestionar en gobernar la naturaleza. Irónicamente caeremos en un juego que siempre perderemos.
Yantén.
Llueve copiosamente, las avenidas de Santiago comienzan a colapsarse. Prendo la tele, y anuncian que las casas y campamentos cercanos a los cerros quedan inhabitables. En el sur los campos se cubren de nieve, donde el ganado medio moribundo divaga sin su pasto seco. Puentes cortados, trancito atochado. Y yo, junto a mi madre tomándome un navegado, que ironía. Apago la tele, "puras" tragedias. Salgo a la calle con un paraguas desordenado, y como un niño travieso surco los chasrcos y posas junto a mi perro húmedo y sereno, mientras jugábamos a contar los autos sumergidos y "en pana" de la esquina de nuestro barrio...
Feñagrio.
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