EL HUASO ARREPENTIOAbriendo suecos y acequias desiertas
entre las llanuras del valle de Talagante,
un huaso medio "desprendío" y galán
sembraba de vides su campo fecundo.
No había penuria, soledad ni maleza enrredada,
solo una brisa de antaño,
Oxidaba su pala filosa y empecinada.
En una noche confusa, sin montura y disfraz
surcó los vaivenes, sin arado y tiempo,
mientras los trigales dorados y maquiavélicos
escondían aquel asiduo acto
de reincidente festin granjero,
donde la ninfa solitaria solía aprovechar
sus manos ávidas de brebaje y pacto.
Ni la llama de una apacible pira
pudo calmar el frío desgarrador de las noches escarchadas,
los hielos convertidos en chuzos acerados
cruzaban la carne y entumecían los pies agrarios
como quien camina descalzo por sobre el rocío matutino.
Ni la fortaleza de un azadon undido en la tierra
pudo desprender la piedra del olvido anticipado.
Ni la guadaña justiciera e imperturbable logro segar
los juncos y espigas venideras,
solo el filo de su pala vetusta y casi doblada,
pudo reabrir el surco y dejar pasar el agua
hacia aquel huerto que pertenece florecer,
con aguas sanadoras y manos trabajadas.
¡Soy un huaso arrepentío! Grito hacia los cuatro vientos.
¡No le temo a la vida ni a la muerte!, ¡Ni a esa mujer que me voló la frente!
¡Solo se que un día mi pala incesante, cavará mi propia tumba!
¡Espero que el hoyo sea bien profundo, o sino saldre de rumba!
¡Por eso vivo copetiao, pa` olvidar el mundo, y a ese vino que me tiene atrapao!
¡Como ese mujer frágil y escurridiza que se me oculta tras la hierba, como el pidén y la culebra!...
Yantén.